Vivir en el bosque me enseñó a escuchar de otra manera. No hablo solo de oír sonidos, sino de prestar atención a lo que hay detrás de ellos. Para mí, escuchar es un acto de presencia, una forma de estar en el mundo sin prisa y sin presión. Cuando camino por el claro, dejo que mi atención se abra. No busco nada, simplemente permito que las cosas me encuentren. El crujido de una rama me muestra cómo se mueve el bosque. El canto de un pájaro me dice en qué punto del día estoy. E
Esta es una pregunta que me hacen muy a menudo así que aquí va mi explicación a toda esa gente que se pregunta como es posible una vida así. Decidí vivir en el bosque porque sentía que necesitaba un lugar donde el mundo no me hablara demasiado fuerte y yo pudiera volver a escucharme a mí misma. La ciudad tenía un ruido constante que me agotaba: coches, pantallas, mensajes, expectativas. Todo corría a una velocidad que no me pertenecía. Y un día me di cuenta de que necesitaba